El maratón.

El día 30 de Agosto, desperté mucho antes de lo que normalmente hago (incluso de lo que es habitual para un día laboral) en un domingo. Aún con los nervios, había dormido suficiente y casi con buena calidad de descanso. Tomé una naranja que tenía en mi cuarto de hotel, una manzana que lavé en el baño; completé con un "bigote" empacado de "Tía Rosa" (pan dulce con relleno de chocolate, de Bimbo), suero Electrolit y un frasco de agua de coco "Acapulcoco".  Quizá no sería lo que escogería de haber estado en la comodidad de mi casa, pero es lo mejor que podía tener a las 04.30 en un lugar lejano a mi casa... No habría a esa hora un restaurante abierto, así que creo que es lo mejor que podía tener.

Me puse la ropa (y gadgets) para correr que dejaba preparado desde la tarde anterior: malla para correr, calcetas especiales, la obscura playera oficial del Gran Maratón de la Ciudad de México con su enorme "X" en la espalda, el cinturón con mi botella llena de "Acapulcoco", mi canguro con mi identificación, la llave del hotel, un billete, la tarjeta del metro; luego me coloqué mi porta-número con el respectivo dorsal de la carrera. Finalmente mi banda pulsómetro Bluetooth, y metí mi teléfono a mi canguro. Agregué al canguro una bolsa de basura jumbo dobladita para no estorbar, así como un paquete de Kleenex, toallitas desinfectantes; luego las 4 bolsas de gomas, así como dos barras de cereal que me comí durante la carrera.

En la mano llevaba otro botecito con Acapulcoco, adicional a lo que ya llevaba en mi botella del cinturón. No es que no confíe en el avituallamiento de la carrera, pero prefiero agua de coco al Gatorade que suelen dar y que siempre me irrita el estómago.

Bajé a la recepción del hotel y ví que había dos señoras también preparándose para correr. Saludé y me fue caminando y brincando al punto de salida de la carrera, que está a muy pocas cuadras del hotel. Allí, no tardé en ubicar a unos amigos, con los que pasé la más de una hora previa a la salida de mi grupo (grupo de más de 5horas). Entre nervios, otra vez nervios, y emoción conoces gente y platicas con muchos. Con los 14 o 15ºC que teníamos, no nos despegabamos mucho del grupo para que el aire que corría no nos hiciera mella.

Cantar el Himno Nacional Mexicano justo antes de la salida me hizo llorar. Estaba tocando la Banda Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional, con un toque muy marcial. Luego, rápidamente pasan por tu mente todas las personas que quieres, todas las personas que te apoyaron y todos los que te esperan de vuelta.  Tu tensión sube, tus latidos suben. Pero te vuelves a relajar, pues salen los grupos Élite, los que van en silla de ruedas, los grupos muy rápidos, los rápidos, los medianamente lentos, los lentos y luego mi grupo (los del club de la barredora).

Entre espera y frío, vas corriendo al sanitario móvil más cercano a orinar. Crees que vas a salir, y aún no... finalmente tu grupo va a salir... y vas. Arrancas, por la inercia del grupo, más veloz de lo que quieres, pero el coach de la app me va bajando el ritmo... No obstante, me brinco la indicación y vuelvo a trotar más rápido. Cuándo te das cuenta, llevas casi 15km. Pasé Reforma, entré y salí de Polanco, disfruté de lo mejor del DF, luego el circuito Gahndi.  Luego, a la Condesa. Decidí guardar energía para la segunda mitad del Maratón y bajé mi ritmo hasta llegar a un caminado ligero (8-8.30min/km) y traté de mantenerlo el resto del trayecto. En la Condesa, ya había recibido mensajes de mi hermano que me estaba ya esperando en el parque hundido sobre Insurgentes para llevarme comida, agua de coco y electrolitos. Le contesté con una grabación de voz para informarle que aún me tardaría en llegar hasta su ubicación y el generosa, pacientemente me espero.

Envíe algunos mensajes a la familia y amigos, pocos y de audio para facilitar mi caminata. No texto mientras caminas (te puedes tropezar)... Tomé algunas fotos (la "suavicrema", Torre Mayor, Muséo Soumaya, Chapultepec. Algunas fotos más con corredores famosos, como la de Alejandro "Peluches". Por cierto, Alejandro "Peluches" es un tipazo, un corredor amigable, generoso y que me motivó a seguir; entre bromas, me permitió tomarme una Selfie con él.



Alejandro E. "Peluches" Ruíz Olivares, un personaje que motiva a niños y adultos a correr. 


Luego, en algún punto un Sacerdote Corredor, me felicitó por que caminaba yo muy rápido. Decía que "mientras el corría, yo caminaba y el no me podía alcanzar". Es natural, siempre evito a los curas... (mal chiste). Agradecí su comentario, intercambiamos saludos (me decía que él es de Monterrey, y conocí al grupo de corredores con el que el Padre iba) y palabras. Me despedí y seguí a mi ritmo de caminata suave y ligera... Me encontré con una pareja de Xalapa (lo sé pues llevaban playera que decía "Xalapa" en grande en la espalda), no los conocía y platicamos un poco. Me despedí y seguí.

Finalmente me encontré a mi Hermano. Me estaba esperando con un rico y nutritivo avituallamiento. Se incorporó a los corredores y caminó conmigo un par de kilómetros. Se aseguró que estuviera satisfecho y que me sintiera bien para seguir. Me tomó una foto comiendo un enorme plátano e hizo alguna broma al respecto... Se despidió de mí y se salió del grupo, para ir a su casa. Agradezco infinitamente su generosidad, paciencia y apoyo. Le dije antes de alejarnos, que como ya había alimentado a un hombre muy hambriento y dado de beber a un hombre muy sediento, se había ganado el cielo...

Cabe señalar, que el agua de coco que me llevaba me sentó muy bien, pues por allí del kilómetro 30 me había acabado ya mi botella de la costeña bebida natural y ya había empezado a tomar Gatorade. Me arrepentí de haber tomado Gatorade, pero en fin, el daño ya estaba hecho: me irritó el estomago, me dio acidez y me incomodaba.

También es necesario que agradezca a todos los voluntarios de los organizadores del Maratón, así como a todos los vecinos, familiares y voluntarios (ajenos a la organización) pues se puede sentir su cariño en todo momento. Desde el que te aplaude, grita, lleva una matraca, hasta los que con bondad te dan pedacitos de fruta, naranjas, cucharas de miel, palitos con Nutella, caramelos, agua de limón, refresco y Coca. No falta algún creativo con un hermoso cartel que te hará correr cuando sientes que las piernas fallan; algún niño que te aplaude, o un abuelito que te echa porras.  Se siente un cariño que no sé cómo agradecer.

Bueno, ya dejando a mi hermano sobre el Kilómetro 30, yo seguía comiendo todo lo que me acercaban. O casi todo, pues la molestia del Gatorade ya había empezado y evitaba lo que podía ser pesado.  Seguí caminando lo más rápido que podía, y ya avistando el estadio olímpico me ganó la emoción y volví a llorar. Decidí poner toda la energía en acción y troté lo más que pude. Llegas al estadio y nuevamente me salieron lágrimas... pero apreté el paso. Mientras daba la vuelta al estadio en el último tramo, no podía más con el calor, cansancio y volví a bajar el ritmo. Pero ya estaba allí, ya había llegado y me faltaba menos de 500 metros para terminar.  Atraviesas el túnel y sales por dentro del estadio y la ovación, los gritos, las fotos, las celebraciones personales... finalmente se cumplía mi sueño de entrar al estadio de mi "Alma Máter" en medio de aplausos. Aún pasas  otro pasillo, otro túnel, otro tapete, etcétera... Llegué al punto dónde te dan tu medalla y a la zona de salida.

Entre cansancio y emoción me estiré tanto como podía. Volví a estirar y empecé a intentar llamar a mi familia. Pero éramos tantos en el mismo sitio que las llamadas no salían. Busqué la mejor forma de salir y me formé. Me aburrí de esperar. Finalmente llegué al camión que me sacaría de CU y me subí. Platiqué con mi vecino de asiento. Tomé Metro y caminé hasta mi hotel. Ya había hablado con mi familia y amigos. Mensajes a otros amigos y algunas fotos de la medalla.

En el cuarto del hotel, llené de hielos el bote de basura (que es exageradamente grande para ser bote de basura, pero adecuado para mi propósito) y completé con agua fría. Metí mis pies hasta sentir alivio. Me di un reconfortante baño y me acosté a dormir pensando que no me despertaría hasta un mes después. Pero la adrenalina no me dejó cerrar los ojos. Descansé así poco más de una hora.

Luego, pues si no dormiría, me vestí para ir a cenar con mi tía y mi prima Meche. Allí también vería nuevamente a mi hermano. Me alimentaron con Amaranto, frijoles, nueces, té verde y un pedazo de pastel que llevó mi hermano. Platiqué tan a gusto que se hizo tarde. Me retiré a dormir al hotel.

Ya contaré después cómo fue mi día siguiente  a la carrera y esa semana posterior. Pero baste ahora mencionar que no sufrí moretones en uñas, ni calambres, ni ampollas, ni dolores musculares, nada... me sentía listo para otros 10Km.

La sensación de orgullo, satisfacción y alegría me dura hasta varias semanas después. Es difícil que un proceso así no te cambié... Había una playera de corredor que dice que te levantas siendo corredor y terminas siendo maratonista. El saber que lograste lo que te proponías, por muy titánico que parecía, es poderoso  y te impactará positivamente.


Mi Medalla del XXXIII Gran Maratón de la Ciudad de México.



En fin, satisfecho, me voy a correr... Pero antes, un gracias enorme a todos.








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